Simplemente
no estás.
Yo tengo al
corazón molestando vecinos que golpean los tabiques que me protegen de ellos, y
desgastan las suelas del zapato, el bastón o la fregona contra mi suelo y su
lámpara, contra mi techo y su orinal.
Y tú no
estás.
Decides
irte cuando el mundo gira como siempre, cuando tras el ámbar viene el rojo,
cuando el frutero limpia cristales en la piel del melocotón.
Nada
distinto nos separa, nada corriente se aburre de nosotros. Simplemente
continuamos siendo la rutina que se nos presupone, y tú decides desaparecer.
Yo estaba
cómodo en este limbo del no lo digas, con nuestros recibos de la luz y nuestros
dos polvos rapiditos por semana. Yo me había habituado al sabor de tus comidas
y a que me dieras el yogur destapado y con la cucharilla enterrada a media
asta, como un hijo predilecto fallecido.
Decides
irte sin decirme donde está la llave del buzón, con el bote de Fairy en las
últimas, con la regleta gastando en el stand by.
Y yo no
entiendo de motivos, yo no quiero pensar en hastíos porque de esa planta ya
tengo yo macetas llenas.
Y tú no
estás, y en estos tres minutos, yo he escrito la palabra yo ocho veces, como
los ocho años que has tardado en dejarme.
Photo CC0 by analogicus
"Y tu no estás, y en estos tres minutos, yo he escrito la palabra yo ocho veces, como los ocho años que has tardado en dejarme..."
ResponderEliminarEs un buen comienzo darse cuenta de cual fue el error...
Triste pero muy bonito texto.
Un saludo!
Muchas gracias. Saludos.
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