viernes, 31 de julio de 2015

Solo para mi

Llevo todo el día queriendo escribir algo. Supongo que la causa está en los versos que leí esta mañana, temprano, y que me recordaron a ti.
El caso es que así he pasado toda la mañana y buena parte de esta tarde, queriendo decir algo y sin saber muy bien qué. Me obligo a intentarlo, en parte por tener el bálsamo de las letras abandonado desde hace tiempo, y en parte porque tu recuerdo no cesa con el paso de las horas.
He pagado el alquiler del próximo mes, he bajado la basura, y he fregado el pasillo con agua de tres colonias, como me enseñaste. Procuro mantener la casa limpia a pesar de saber que es solo para mí. No espero visitas porque las visitas, o están muertas, o se saben no queridas.
He limpiado la jaula con el canario que dejaste a mi cuidado y sin encargo. Iba a decir que quedó muy bien, pero en realidad lo que quedó es muy limpia.
He tirado unos cuantos juguetes rotos que se acumulaban en una caja de cartón desmemoriado. He levantado luego la caja y barrido debajo. Cuatro o cinco fantasmas han salido corriendo, despavoridos, con un berrinche. No he sentido remordimiento ni escalofrío alguno cuando esos recuerdos retumbaron contra el fondo del contenedor de basuras.
A mediodía he puesto la mesa con esmero, a pesar de saber que es solo para mí, y he recalentado lo que queda del estofado que preparé el martes por la tarde. Me apetecía vino, pero vino no había, así que he acompañado el almuerzo con agua y he prometido emborracharme esta noche. La carne ya sabía un poco rara, pero aun así me he esforzado en comer mucho y con apetito, a pesar de saber que comía solo, y solo para mí.
Tras fregar los platos, me ha dado por llorar. Y lo he hecho de espaldas al fregadero, mirando la sombra que dejó en la pared de enfrente el calendario de años pasados. Luego me he cosido el fondo de un bolsillo por el que se empeñan en besar el suelo las llaves.
Esta noche, tras acabar al menos una botella de vino frente a la pantalla de un televisor multicolor y mudo, llegaré con la máxima dignidad posible hasta el dormitorio. Allí, la cama que hice esta mañana me espera, y yo me dejaré caer en ella abarcando su enormidad, ocupando toda, recorriendo su arenal helado. Y en ella me dejaré dormir con placidez, a pesar de saber que es solo para mí.
El poeta de esta mañana escribía a su yo más joven del pasado, y le pedía que por favor no lo dejara escapar, que cuidara aquel amor incipiente, lo protegiera y jamás renunciara a su compañía y amparo.
Si yo pudiera escribir a mi yo más joven del pasado, no sé muy bien que le diría. Nada extraño teniendo en cuenta que llevo todo el día queriendo escribir, queriendo decir algo.


Photo CC0 by stux

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