martes, 13 de octubre de 2015

María

María tiene un sueño, y lo va a hacer realidad.
María sufre, se desalienta, ríe y llora, se llena de coraje y nos lo cuenta. En eso radica parte de su grandeza.
A María, agradecida, comprometida, pirenaica y gatuna, yo la admiro por muchas razones; es una mujer creíble, adornada de una sensibilidad poco común que, igual te arranca la mas hermosa respuesta a la mas triste de las preguntas, que te describe los olores de media vida en tres renglones.
María tiene un sueño y, para mi, ya eso por si solo es un sueño. Un sueño de bolero y algodón de nubes porque, hace tan solo un mes, yo creí también tenerlo y no fui capaz de siquiera empezar a luchar por el.
Pero María es distinta. Descorcha un tuper y de él salen las ricas cosas hechas con pasión y convencimiento, arte sano, lo que a todos gusta, porque en su sueño hay infancia con merienda, tardes de infusión, confidencia y confianza. O coge una tiza y te llena un encerado de bendiciones que alegran cañas o doblan de emoción las cucharillas de un café saboreado a posta con lentitud, hasta llegar a la firma. Ultima letra. Sentencia.
Nunca nos hemos visto, no ha habido por medio un abrazo o un simple apretón de manos, pero María es de esa rara gente que se te queda en la piel, y vas con ella perfumando tu mundo de verdades sencillas, tiernas e irrefutables. Algún día la vida y su centrifugado me llevaran a hacer sonar la campanilla sobre la puerta de un obrador, y entonces podré darle el abrazo que le debo, por los buenos ratos que su forma de ser y su prosa, valiente, desgarradora hasta la hermosura, emocionante y sincera, me han hecho pasar.
Hoy he hecho mi aportación a su batalla. Ha sido un simple grano de arena en su playa, un solo naipe puesto con mimo en su tambaleante castillo. Me ladran los perros del desespero por no tener, por no poder aportar mas que estas letras. Ya me hubiera gustado entregarle una cantera como para Miguel Ángel, una baraja que asombrara a don Heraclio, pero devenires que aquí no tienen protagonismo me limitan al granito de arena, eso sí, de volcánica y brillante negrura.
María tiene un sueño, que ya es de muchos de nosotros, y María, a pesar (o precisamente por eso) de las montañas de piedras que le ponen en el camino, avanza con una blanca tiza en la mano por si surge una pizarra en negro; avanza descalza sobre hierba mullida o sobre camas de faquir, con la mirada fija en un punto del horizonte en el que se adivina un olor a pan recién horneado, donde se sabe de harina en el dorso de la mano, harina cruzando la frente y la sonrisa.


Photo CC0 by HG-Fotografie

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