jueves, 16 de junio de 2016

A quienes amé

Cuando aún no tenía edad de estar orgulloso, ya me enamoraba hasta la sinrazón.
Éramos jóvenes, teníamos el pecho abierto, la cara presta a la sonrisa y la piel suave. Hablábamos poco y demasiado alto.
Una mecánica precisa acarreaba nuestros cuerpos hasta los lugares de amar con bellas vistas a la iluminada ciudad de allí abajo, o a los dulces sonidos del cansado mar rompiendo. Allí nos erizaba la piel el recuerdo fresco del roce clandestino, del escalón de confidencia y mirada de horas antes, y nos empañaba los cristales del coche el convencimiento de nuestra grandeza, la rendición de lo inevitable.
Así amé mientras me consumía. Amé con rabia y determinación, y el amor era como una bienvenida, como una torre de piedras blandas cayendo entre ríos. Las preguntas no necesitaban respuestas, los libros se regalaban con dedicatoria y la música tenía ruido de alambres.
En aquel tiempo de amor y bendita indiferencia por los calendarios y la arena cautiva, hubo últimas filas de cine sin barrio, manos entrelazadas explorándose por no menos anhelada que primera vez en el asiento del paseo, paseo romántico de media tarde a la luz de los helados, amor furtivo de llaves prestadas, casas de amigos, moribundos abrigos de lana bajo el torrente de abril, taberna, mesa y corazón tallado. Y besos, muchos besos convalidando asignaturas de vida.
A la ruleta que jugué entonces, la banca nunca perdió, y aunque intenté morir dos veces por el mismo amor, aunque quise matar el recuerdo abonando la baldía tierra de la noche, poeta aprendiz de nicotina y alcohol, hoy, sordo por mi bien ante lo que me rodea, ante lo que me abraza como abraza al recuerdo el muro de un cementerio, solo conservo gratitud.
Gran parte de lo que fui, y la inmensa realidad de lo que hoy soy, es herencia de aquellos cuerpos, de aquel dolor y aquella ventura. Hoy, parado sobre lo único que tengo, sustentado por mis dos piernas, arropado en el orgullo de recordar cada uno de los te quiero, cada una de las primeras veces, doy gracias a quienes amé por el infinito asombro que aún me produce, el haber también sido amado.


Photo CC0 by Sebastian Voortman