En el último cajón de la
cómoda que hay en el pasillo, bajo el gastado álbum de sellos que fue de papá y
entre los pliegues del mantel bueno para las ocasiones caras, conservo una
fotografía tomada un quince de marzo a los pies del monumento a los vencedores
de una guerra entre hermanos, que tu y yo no vivimos.
Sentados en los
escalones que llevaban al monolito, un grupo de amigos, aterradoramente
jóvenes, posábamos sonrientes para la Leica que nos apuntaba. Todos menos tu.
Tu, dos escalones mas arriba, y a mi izquierda, me mirabas.
A mitad de aquel marzo
lejano, en aquel monte de pino y brezo en el que la lluvia empapaba de este a
oeste, celebrando cumpleaños y complicidad, tu y yo éramos iguales.
Cuando yo era como tu,
aún no había cicatrices, y el mundo estaba lleno de velas y bares cálidos, de
Silvio y ron.
Cuando yo era como tu,
nuestros pequeños corazones sin uso tanto latían contra un asiento trasero,
como entraban juntos en el agua mansa de una orilla, o salían de entre los
eucaliptos cogidos de la mano.
Cuando yo era como tu,
el sol tenía un sonido en espiral y la luz entraba por tu pelo sin pedir
permiso, rebuscaba entre las llaves de mi voluntad probando una tras otra,
hasta encontrar la que abría mi abandono.
Cuando yo era como tu,
nos esperábamos, nos advertíamos y nos aferrábamos al instante del aire
compartido, del silencio encontrado, con el profundo asombro del descubrimiento.
Cuando yo era como tu,
te amé hasta lo inconfesable, tan solo por imitarte. Cuando éramos iguales,
metimos la mano en el fuego, y encontramos agua.
Ahora que soy como yo,
de vez en cuando, como hoy, rebusco en el último cajón de la cómoda que hay en
el pasillo y me siento a mirar cómo me mirabas. Es entonces cuando me someto a
la memoria y su yugo, y sueño con reconstruir lo que fui cuando era como tu.
Ahora que soy como yo,
apenas consigo recordar lo que todavía he de escribir para poder acostarme a
olvidar temprano.
Un relato a los sentimientos, posiblemente a la ternura del autor. Enhorabuena!
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Rosario. Un privilegio y un rotundo honor tu comentario. Abrazos.
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