lunes, 14 de mayo de 2018

Argentino

Tengo yo un amigo argentino y, hasta ahí, nada que no le ocurra a otro millón de personas.
Tengo un amigo argentino que me enseñó Buenos Aires y otro montón de cosas bellas y ciertas.
Nos conocimos hace muchos años, en una década en la que conocerse era obligatorio y sanísimo.
Mi amigo tiene, entre otras muchas cualidades humanas, la de ser homosexual. En una recordada ocasión, cuando ambos peinábamos a diario la vida, me besó. Yo, le rechacé con toda la firme dulzura de la que las muchas copas y la mucha sorpresa me permitieron. Eso que ahora llaman asertividad.
Le dije: "lo siento, ahora no estoy preparado para una relación así"
Me respondió: "¿qué mierda significa que no estás preparado? ¿Que venís sin lubricar, o qué?"
Desde entonces, acudo a él siempre que necesito que alguien me escupa dos o tres verdades a la cara.
Hoy le he llamado. Necesitaba saber si tenía previsto venir. Necesito verle y que me ponga las alas en su sitio, me atuse los cojines o me eche de una patada a comerme el mundo.
Me contestó su marido. Lleva unos días hospitalizado. Algo de hígado. No pinta bien.
Al pulsar el círculo rojo del teléfono, creí entender que, vida, es todo lo que somos capaces de guardar en la caja que llevamos a cuestas y revolver, sacarlo, contemplarlo y volver a guardarlo sin miedo, con mimo. Y que mi amigo argentino ocupa una buena parte de la mía.
Me gustaría estar escribiendo esto a bordo de un avión que me llevase a Buenos Aires para devolverte el beso que te debo, pero aquí estoy, mascullando, extrañándote y queriéndote, pelotudo.



Photo CC0 by werner22brigitte

No hay comentarios:

Publicar un comentario