Quiero caer al sur, mas
al sur del sur en que vivo, mas al sur de tu mirada.
Mas al sur de güifis y
automóvil, por abajo de este día a día, de esta losa sobre losa que te deja un sabor
en la boca como de permanente tarea inacabada.
Y allí quiero vivir en
una vieja casa erguida y protestona, de radiantes ventanas abiertas a un cielo
color ancestral y enamorado. Una casa de techos altos, de bombilla sola y araña
en usufructo, habitada ya por salamanquesas y un camaleón de colores. Mil capas
de pintura, paredes gruesas de desconchón y tornasol, como una plaga de
líquenes mágicos imparables. La silla que cruje, el azulejo que falta, los
grifos que hace años se echaron al monte. Asientos de enea, andares de esparto.
Quiero caer al sur de un
pueblo de empinadas calles sin aceras, con niños de alma descalza que no
olvidan lo que son, con una rendida plaza de orgulloso flamboyán y viejos con
sombreros que calzan sobre platino. Y que todas esas calles mueran besando la
orilla de una rada, abrazada por la escollera que hicieron los ya lejanos,
calmando los vaivenes que lamen un muelle negro de sol y piedra antigua.
Yo quiero caer al sur y,
desde el muelle negro, lanzarme cada mañana a la mar, y entrar en ella como un
dedo en una tarta y que la mar me reciba como a un bebé en su vientre, un sur
donde el cartero sea gordo, el municipal se pase el turno jugando a las cartas,
el alcalde gobierne pescando y la peluquera te coma con los ojos.
Al sur de tu mirada,
donde el vino sea blanco, el corazón de arándanos, el hielo no dure nada y las
tardes toda una vida, donde convivan olivo y palmera, pistacho y anís. Un sur
algarabía de lonja y Estambul.
Yo quiero caer al sur y,
en la plaza sombreada, al anochecer, beber absenta, comer de lo que haya y
fumar lo que me pongan hasta que, a medianoche, la única pregunta sea: ¿a qué
hora es la marea?
Quiero el lugar donde se
oye hablar en un idioma dulce y triste como malagueñas, y al instante sabes que
lo has de aprender enseguida.
Y quiero caer al sur
donde tú estás, quiero encontrarte y que seas como siempre me advirtieron que
serías. Quiero que entonces entres en mi vida, me quites los lápices y los
aforismos, y nos dediquemos a amar y a esperar la marea.