Es el más umbrío rincón de la cueva en que al cabo añejo mi vida. Allí es donde unto esa vida de brea, brocha a brocha de gris raigambre. Allí también crece, feliz y sana, la enredadera del deseo. A las puertas de esta gruta, al amparo de los que vuelan con el ocaso y junto a aliños de seta, planto a diario mi banco de trabajo.
En la cueva afilo mis formones, ordeno mis cepillos, acaricio barrenas y me adentro en la marquetería de tu corazón. Virutas tiernas en el sutil encaje de tu atención. Es así como, de noche, a la luz de la vela que dejaste a medias, tallo tu sombra en el marco oscuro de cristal claro. Y así es como te me apareces contra los espejos enteros de cuerpo entero y presente. Mientras, yo lamo tu ausencia en el filo de las gubias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario