viernes, 24 de enero de 2020

Del otro lado de la cumbre

Con la mañana aún en el nacedero emprendes el camino que lleva a la empinada cuesta, despertando gallos con tu vara de barbusano.
Cuando el sol primero anaranja las hojas del tilo ya vas por mitad del empedrado ascenso. La luz hace perlas en tu sudor, nubes de tu jadeo.
Al llegar a la fuente que regala vida a las otras fuentes, los otros abrevaderos, lavaderos, fielatos y mentideros, te echas a pescar resuello sobre la hoja del blando suelo.
Bajo el velo de la mocanera y a su sombra, te refrescas en el agua ancestral de los primeros pastores de esta cumbre, y reemprendes el afán por coronar.
Llegando a la cumbre de pinos solos y gazapos huidizos, contemplas el valle y comprendes por que vendió tan cara su vida el Mencey.
Tras los higos pasados y el aún fresco vino blanco con que echas la mañana, comienzas el descenso. El alisio ya te trae salitre al gusto.
Paso a paso, el brezo muda en tabaiba. Tu te calas la sombrera de sol alto y silbas coplas de abuelo, camino de la mar, del otro lado de la cumbre, camino de tu vida.




sábado, 11 de enero de 2020

Cristina

Contra el espejo negro del aljibe que amamanta la atarjea, se refleja una inaudita luna entera, amarilla y picada de viruelas. Es el primer mes del último año de los veinte primeros.
Apoyada en el recuerdo, resuena una copla en su voz clara de falsete y temblor actuado, tintinean unos pendientes, se escurren unas monedas sobre el plato del café y te arrastra el vértigo de un mantel a cuadros, con sus cortinas, y sus estolas, y servilletas, y cenefas... 
Tras la caseta de la leña, traquetea el pedal de la máquina que no cose sola. Las ñameras invierten en muros de piedra y la mar te recuerda lo que es suyo retumbando en El Roncador.
Un lagarto picotea los higos sembrados al sol de una azotea, y ella hace visera con la mano mientras sigue la maniobra del barco que se arrima quedo, a vomitar turistas, abastos y memoria.
De nuevo entre un revuelo de chiquillos y geranios, déjeme hacerle una trenza, madre, que parece que viene viento.
Hoy ha caído entera la tarde y ella se sienta sola en el mirador. A su espalda, un cuervo la tutea, y frente a ella, ahora si, se extiende un infinito mar que la espera, y la acuna.