No hace
tanto tiempo que el contorno de tu cuerpo calmo a mi lado era toda la geografía
que necesitaba, el aire de tu boca dormida mi aire y el latir de tu pecho mi
mapa.
No hace
tanto tiempo que en la ventana, del lado de las farolas, vivía un frío celoso y,
adentro, un húmedo calor apasionado acunaba donde tu gemir.
No hace
tanto tiempo, nos necesitamos tanto y de tal modo que nos hicimos costumbre. El
nuevo día, cada día, nos abofeteaba con candiles de descubrimiento y paladar.
Y no hace
tanto tiempo al fin que, mientras dormías, yo soñaba con morir recordando sin
presentir que te recordaría ahora, a solas con el tiempo.