La fuente se ríe de nosotros.
En lo mas alto del agua airada hay gotas que luchan por destacar, tocar un cielo indiferente que, irremediablemente, siempre las devuelve a la piedra.
En lo mas alto del agua airada hay gotas que luchan por destacar, tocar un cielo indiferente que, irremediablemente, siempre las devuelve a la piedra.
En la casa de mi infancia, cada cierto tiempo, mi solemne y erguido abuelo podaba la buganvilla naranja y rebelde que martirizaba tapias y su equilibrio.
Lo hacía con unas tijeras rojas, con cinta de cuero. Le recuerdo siempre con una chaqueta de bolsillos sin fondo, invierno o verano. Y con una historia para contar.
Comía en la cocina con los chiquillos y allí, tras un flan que para el siempre era moreno, sin dirigirse a ninguno de nosotros en concreto decía cosas como:
"nunca pretendan ustedes ser la gota que mas alto suba; piensen que, como pasó conmigo, la fuente les puede cargar con el plomo de cualquier metralla y eso les lleve a hundirse en lo más profundo de la poza. Quizás, con tesón, consigan encontrar allí la fortuna de unas rojas tijeras de podar, pero claro, eso no siempre y no a todos ocurre..."
Se levantaba pesado, ajeno, y marchaba sin decir adiós. Iba a sentarse junto a la fuente, sin decir hola.