viernes, 7 de julio de 2017

Por mi culpa

No hace demasiado tiempo, en un reino muy, muy cercano, vivía un hombre joven que creía saber quién era y lo que quería.
Una tarde, buscando propósito encontró un sueño, y dejó de saber quién era, pero ya nada le hizo dudar de lo que quería.
Ella era, simplemente, el embrión de la absoluta paz venidera, el irremediable bienestar en el que, desde ese preciso instante se convirtió. Y ella le hizo el inmenso honor de acogerle, el impagable favor de amarle, el caro y raro sacrificio de entenderle.
Hoy, algunos años después de que ambos se intercambiaran (muertos de risa) un dorado anillo, aquel hombre joven que se convirtió en lo que ahora soy, recuerda y agradece:
Recuerdo el vértigo, y agradezco tu cuerda.
Recuerdo el miedo, y agradezco tu canción, y el susurro, y la caricia.
Recuerdo los tiempos buenos y agradezco tus rosas.
Recuerdo los malos tiempos, y agradezco tus rosas.
Recuerdo a mis hijas, y agradezco tu generosidad.
Recuerdo lo cotidiano y lo especial, y agradezco tu única vara de medir.
Recuerdo mis ofensas, y agradezco tu perdón.
Recuerdo un recurrente afán por tirar la toalla, y agradezco el recorte de tu silueta a contraluz.
Pero, sobre todo, recuerdo aquel primer amanecer juntos; la radio del vecino vendiendo una misa, y la poco convincente voz del cura que reconocía: "...por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa".
Culpable soy de recordar y de no agradecer nunca lo suficiente el que quisieras entrar en mi vida, y repartir con ella la tuya.


Photo CC0 by Dumitru Culiuc