Insisten. Todos dicen
que no me rinda, que es una cuestión de trabajo, de esfuerzo y perseverancia, y
fe. Nunca te rindas, me dicen. Saldrás de esta, sonríen.
Quedaré mal. No está
bien visto pero, aunque decepcione, tras un fugaz mohín de fastidio me
olvidarán e irán a arengar a otro para que no se rinda.
Sin sentirlo demasiado,
sin exceso de culpa, me rindo.
Voy a dejar que el miedo
se adueñe del calendario, que me venza la evidencia del día a día. Paso libre a
la vergüenza, la inseguridad, el dolor por lo presentido.
Me permitiré echar de
menos lo que fui, lloraré por lo que no hice para seguir siendo y me rendiré a
solas y sin ruido.
Dejaré de quererme y
llevaré a juicio mis ofensas. Planearé sobre el pasado y cerraré los
aeropuertos del futuro. Pediré perdón a los míos por haberles hecho creer que
todo saldría bien y que yo siempre estaría en pie, a su lado.
Me ha vencido. Como
quiera que se llame esto que me quiebra, ha ganado. Se acabaron las madrugadas
sin sueño, los números, los favores suplicados, la conmiseración hundiéndome la
espalda. No mas ruegos, ni parches a una barca que se hunde hace demasiados
años, ya sin color, ni tablas, ni vela que poner al viento. Hasta aquí. Me
rindo.
Y me rindo hoy, porque
hoy he amanecido arrinconado en un recuerdo.
Recordé otras vidas de
las que también me rendí, y recordé que claudiqué de aquellas por lo mismo que
quiero hacerlo ahora.
Yo me rindo para que no
seas tu, puta vida, la que me doble la rodilla, y para levantarme mañana sin
deberte nada. Renacer cuando y como quiera, porque fui yo quien decidió
rendirse cuando y como quiso.